domingo 16 de noviembre de 2008
mis memorias, parte 5... y fin de la historia... ains...
Paranoias, malditas paranoias que me encierran y me aterran, a veces pienso que el mundo entero conspira contra mí, no se ni que pensar, todo es tan raro y tan relativo… Sólo se que me obceco con la idea de que los demás tienen que comer, porque claro, como yo me obligo, todos los demás deben hacerlo, pero me jode, me jode inmensamente ver a gente que no necesita hacer dietas ni restringirse de nada y lo hace, porque pienso que tal vez les esté metiendo ideas tontas en la cabeza y eso sería una cosa que no me perdonaría nunca, nunca, nunca, nunca jamás en la vida. No se como hacer para dejar de pasarlo mal en estas situaciones, cada uno tiene lo suyo y debería comprenderlo, el mundo existe más allá de todo lo que me encierra y los demás no tienen por qué estar en él, pero me molesta, me molesta muchísimo, si alguien quiere que lo pase realmente mal, lo único que tiene que hacer es no comer, no querer comer, es una cosa muy chunga que no entiendo por qué me pasa, pero me pasa, mis amigas son mucho más inteligentes que yo como para caer en este hoyo, pero me da mucho miedo arrastrar a alguien hasta aquí. Es ridículo pensar así, pero lo pienso… cree el ladrón que todos son de su condición… me siento lo peor por montar pollos tremendos porque no quieran comerse una maldita empanadilla, ¿qué es esto? una maldita obsesión que me tiene atrapadísima.
Torpe, muy torpe, pero consigo acertar en las teclas que quiero, consigo expresar lo que quiero decir, consigo empezar a pensar sobre todas estas cosas y empiezo a reflexionar sobre lo que cada vez es un pasado más lejano, y duele, duele todo, duele pensar como has podido llegar hasta allí y duele más aún ver que te vas alejando… ¿Dónde van los sueños que no se cumplen? Porque en algún sitio tienen que estar, no pueden desaparecer así como así, ¿Existirá algún cementerio para los sueños que caducan? Creo que no, porque a veces vuelven, y si hubieran muerto, no podría ser, entonces ¿qué pasa con ellos?, ¿aprendemos a ignorarlos sin más? Menuda solución más chapucera, esconder las cosas que duelen como si tu cabeza fuera un cajón desastre, como si hubiera aprendido a meter a presión todo lo que hay sobre la cama, en el armario, sólo para que tu madre no te riña al ver semejante desorden, y llega un momento que olvidas donde lo guardaste, hasta que vuelves a abrir la puerta.
Poco a poco, muy poco a poco el corazón va perdiendo la fe y la voz… pero para bien y para mal, y es otra de las cosas que duelen, verte sin ganas de reír, pero con “ganas” de comer y muchas más de llorar.
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