lunes, abril 27, 2009

el cuento de la princesa laura...

Lo que surge de la inspiración...

Cuenta la leyenda que existió hace algún tiempo una princesa cuyo título adoraba, estaba orgullosa de poder complacer a su padre, un rey exigente y preocupado siempre de que su hija se supiera comportar correctamente, de que siempre fuera bien vestida y de que sacara las mejores notas de la clase. La reina se preocupaba mucho de la princesa, había sufrido mucho hasta convertirse en reina y no quería que a su hija le faltara de nada, estaba dispuesta a ayudar cuando la princesa le padía ayuda, pero si no, prefería mirar hacia otro lado y ocuparse de las cuestiones monárquicas porque el rey tenía problemas de salud y la reina siempre quería que todo estuviera perfecto. Los reyes fueron enseñando poco a poco a la princesa las normas de protocolo, al principio la princesa no entendía por qué tenía que estar siempre atenta a su aspecto y su comportamiento, pero fue dándose cuenta de que ella no era como las demás, ella era una niña privilegiada y como tal tenía que responder ante las exigencias que su vida de princesa le requerían. Empezó a comprender que si los reyes querían hacer una comida de estado, ella no podría ponerse a comer chocolate sin moderación, ¿qué pensarían las personas más importantes del país?. Ella debía de ser comedida y delicada, siempre debía empezar a comer después de los demás, debía apurar al máximo comenzar,¿qué pensarían los demás si ella empezara la primera?. También aprendió a masticar lentamente y cortar la comida en trozos pequeños, porque...¿qué pensarían los demás si agarrase un filete y comenzara a engullirlo a mordiscos?. Eso no podía ser. La princesa lo entendió y comenzó a ensayar en el comedor del palacio, cuando estaba sola se ponía a prueba, trataba de entrenarse por si algún día agetreado en palacio no hubiera tiempo de comer, porque...¿qué pensarían los demás si ella estuviera continuamente reclamando la comida? Qué poco autocontrol para una princesa!

Como en toda historía en la que la magia existe, la princesa era afortunada, ella y sólo ella podía tener la suerte de contar con el espejo de la madrastra de blancanieves. Le encantaba mirarse en él y además mantenía una relación muy buena, ya que sabía que ese espejo siempre le diría la verdad.

Más tarde, cuando la princesa fue creciendo comprendió por qué sus padres le reclamaban ese comportamiento, la reina aprobaba que su hija quisiera mostrar una imagen buena del reino, porque... ¿qué pensarían los demás de un país con una princesa llena de lorzas?. La princesa decidió someterse y dar su vida por ser una auténtica princesa, con esfuerzo y con tesón acabaría por estar a la altura de su título y estar siempre a disposición del pueblo, que los habitantes del país la aceptaran y aprobaran en todos los ámbitos. Ella sólo quería dar la talla como princesa y no defraudar a nadie.

Un día la princesa salió a jugar al jardín de palacio y se encontró con una rana en la charca, la rana le llamó y la princesa comenzó a hablar con ella. La rana se presentó, se llamaba Asian, la princesa se presentó a Asian y le dijo su nombre, Laura. La princesa no sabía de dónde procedía el nombre de la rana, nunca antes lo había escuchado y el le dijo que tenía dos nombres, pero les había dado la vuelta y los había juntado. La princesa se quedó sorprendida, la rana le iba cayendo mejor cada vez y le gustaba pasar todo el tiempo con Asian, le hacía reír, le hacía sentir que no era bueno castigarse por descontrolar la comida, porque muchos días, ella, a escondidas para que no la reprendieran los reyes, comía y comía y comía hasta que ya no podía más y después necesitaba hecharlo fuera... A ella no le resultaba obsesivo, pero no era posible que una princesa que tenía sus obligaciones se rindiera ante la primera tarta de chocolate que el cocinero de palacio preparaba, estaba claro que si la dejaba en su estómago engordaría y todos se darían cuenta de que era una princesa de pacotilla, una débil que se rendía a la mínima, y ella no podía defraudar a los reyes ni a todos los demás, todo el mundo esperaba mucho de ella, y la princesa tenía que ser capaz. Poco a poco, lo que no era obsesivo, se fue convirtiendo en su modo de alimentación y en algo necesario, la reina ya no se preocuparía de la alimentación de su hija, la vería comer y la princesa podría mantener la imagen que todos le reclamaban, y ella por su puesto, necesitaba. Todo esto, no podía contárselo a nadie, claro... todos se horrorizarían si descubren que la princesa no tenía control. Tampoco se lo podía contar a Asian por el momento, seguro que se llevaría tal chasco de comprender por qué la princesa estaba tan gorda... no era capaz de controlar la comida!

Con el tiempo, tarde tras tarde, la princesa y Asian charlaban. Laura estaba ilusionada, imaginaba como sería besar a Asian... así se convertiría en su príncipe y siempre permanecería a su lado, vivirían juntos en palacio, aunque a la princesa comenzaba a darle igual todo, su trono, palacio, las conversaciones con su espejo y sus obligaciones, ella sólo quería estar con Asian, y le daba igual vivir con él en una chabola en el extrarradio. Laura era feliz junto a Asian y compartía todo con él, una vez le contó que vomitaba, fue el primero que lo supo, pero Asian hizo oídos sordos y pensó la que la princesa nunca más lo haría.

Un día, la princesa fue a la charca y Asian ya no estaba, más tarde se enteró que otra princesa lo encontró, lo besó y se fueron juntos al palacio de la princesa.

Laura pensó que haber dejado de vomitar era el problema, había engordado y mucho... claro, ¿cómo iba Asian a estar con una princesa que no es capaz de controlarse? Él merecía algo mejor. Laura estuvo largas horas pidiéndole perdón a su espejo, se arrepintió de no haberle hecho caso, él sólo quería avisarla. La princesa se juró que nunca más se dejaría vencer por un trozo de dulce, ningún otro príncipe la dejaría nunca por comer, no sabía como hacerlo, pero necesitaba ser perfecta. Volvió a hacer todas aquellas cosas que ya empezaba a olvidar, lo estaba consiguiendo al fin. Se sentía feliz y ya no le importaba si su príncipe prefería a otras princesas, porque estaba convencida que algún día ella se convertiría en una princesa digna del trono, y digna de su príncipe.

Una noche, mientras lloraba a escondidas, se le apareció una hechicera... la pantalla de su ordenador se encendió y algo parecido a una hechicera emergió de ella. La hechicera, que se presentó como amiga del espejo, le prometió maravillas a la princesa, le dijo cosas que nunca se le hubieran ocurrido para conseguir ser una princesa "hecha y derecha". La princesa ya tenía sus técnicas, pero la hechicera le dio muchas más... además le dijo que era normal, todas las princesas de todos los reinos necesitaban hacer lo mismo... simplemente era esfuerzo. Le mostró a muchas princesas. Laura descubrió que aquello era inmenso, la hechicera la llevó volando a un gran palacio, lleno de princesas enmancipadas que con ayuda mutua y de la hechicera conseguían darse ánimo y saber que no estaban solas. Entre ellas podían entenderse e incubrirse. Algunas eran de la misma ciudad que la princesa y Laura las llevó a palacio, se las presentó a los reyes. De este modo ambas princesas tendrían una excusa para librarse de las copiosas comidas de palacio al estar juntas, los reyes pensaban que cada princesa comía en el palacio ajeno... Laura se sentía poderosa, era capaz de sobrellevar la situación, era capaz de tener control, y era capaz de no necesitar la comida, pero aún así, el espejo seguía exigiéndole más cada vez, una princesa tenía que ser perfecta, no podía tener un sólo fallo en su cuerpo.

Los reyes decidieron que la princesa debía estudiar fuera de su casa una carrera. Debía ser apta para el reino y la princesa también creyó que era una muy buena idea. La mandaron a una pequeña isla cercana al reino, pero una isla. Ella estaba en otro lugar, se sentía libre y lejos de Asian, podía comer como quisiera y cuando quisiera, los reyes no sospechaban nada, así que la princesa estaba pletórica.

Al volver a casa ya que acababa el curso, la princesa se encontraba débil, no tenía fuerza física, pero tenía mucha fuerza mental. Ella no podía engordar, no podía!!!Debía seguir dando lo mejor de sí misma, lo estaba consiguiendo!! Sólo pensaba en que su principe un día la viera y pensara que se había equivocado de princesa. Sólo quería estar con él y demostrale, a él y a todos que era capaz de conseguir todo lo que se proponía.

En verano, la princesa empezó a ver que todo aquello era injusto, adelgazaba y no conseguía nada, cada vez se veía más gorda y cada vez se controlaba más, nunca obtenía ninguna recompensa y su príncipe hacía tiempo que se había enterado de lo que la princesa estaba haciendo, pero le daba igual, él ya tenía su princesa y Laura no le interesaba. Laura pensó que Asian no le quiso ayudar y ella empezaba a cansarse de estar siempre triste. Trataba de dar lo máximo pero nunca conseguía los resultados que quería.

Volvió a comer, aunque se rompía por dentro, se sentía tan débil... ya no le interesaba nada, ni su príncipe ni sus estudios ni la vida de palacio, sólo la comida. Empezó a pensar que no valía la pena, ya estaba harta de tener que estar siempre a la altura de las exigencias de todos y de que el espejo nunca le dijera que estaba guapa. Se sentía sóla, muy sóla... pasó el verano lejos de su isla, sólo contaba los días para volver y poder estar tranquila, sin presiones de los reyes, cerca de quien la quería y sin sentirse tan mal cuando su control se convertía en descontrol, porque en la isla la escuchaban.

Volvió a encenderse la pantalla de su ordenador, pero la hechicera había cambiado, era la misma voz que hablaba con ella y le decía cuando podía comer y cuando no, pero ahora era muy diferente, ya no era tan guapa, y esa voz era mucho más agresiva, cuentan que la hechicera en realidad era una bruja, que tomaba forma de hechicera para que las princesas inocentes se fiaran de ella. La bruja había atrapado a Laura y ya no la dejaba marchar. Le había dado mucho a Laura, y Laura le debía mucho, le debía todo lo que tenía. En su momento agradeció todos los consejos y pociones que la bruja le daba, de modo amable y se arrepintió, fue entonces cuando Laura decidió hablar de nuevo con muchas princesas que tenía olvidadas. La mayoría le dijeron que la bruja también les hizo muchas cosas malas, les hizo daño, les dio grandes banquetes y después les hizo vomitarlos, les dio seguridad, pero sólo sobre la báscula, les dio pociones adelgazantes que les destrozaron el intestino y no se sabe como, consiguió meterse en todas ellas en forma de miedo y les hizo dañarse al no entender nada y estar tristes. Tenían una deuda con ella y le debían todo, no podían defraudarla. La bruja, se llamaba Ana y por medio de hechizos, había conseguido que todas las princesas olvidaran su vida y su identidad para centrarse en contar las calorías de todo lo que comían, y si se sobrepasaban, debían pagarle una multa, en forma de vómito y muchas veces, depende de lo enfadada que Ana estuviera con las princesas, les hacía lesionarse.

Laura se sintió acorralada, ¿qué podía hacer? le gustaba dar su vida a ana, le debía todo y no podía marcharse así, no se sabe como, la princesa sentía necesidad de contentarla a todas horas, pero por otro lado, Laura estaba aburrida de estar siempre mareada y muerta de frio.

No sabía que hacer. Al volver a su isla, Ana no la dejó en paz. Se metía en sus sueños y le demostraba lo que ocurriría si se alejaba de ella. La princesa sintió mucha impotencia, le dio mucha rabia pensar que habia dado todo por su sueño y que se acabó convirtiendo en pesadilla.

La princesa ya no podía continuar, prefería morir a seguir esclavizada a la bruja. Un día se lanzó al mar, quería alejarse de la orilla y perderse mar adentro. Fue entonces cuando, tras horas nadando un torbellino empezó a arrastrarla. La princesa pidió ayuda, entre llantos y gritos y no se sabe muy bien como, de entre las rocas próximas apareció una sirena de ojos azules. Fue nadando tras la princesa, que no tenía muy claro si prefería que la tragara el torbellino, o que aquella sirena le diera una oportunidad para salir hacia adelante. La sirena llevó a la princesa a salvo, la metió en una cueva oscura y viendo que lloraba estuvo horas y horas hablando con ella. La quería ayudar, pero no sabía como. Sandy, que así se llamaba la sirena sufría al ver que la princesa no quería comer, parecía que sólo ella se daba cuenta de que Laura se estaba matando poco a poco, ni los reyes, ni el príncipe se daban cuenta de nada. La princesa fue aprendiendo a confiar en Sandy, sentía que podía contarle todo, Sandy la escuchaba con atención y siempre le daba muy buenos consejos. Laura sintió que con la ayuda de Sandy podría luchar más fácilmente contra la bruja, ya que no todas las princesas tenían la suerte de contar con una aliada, y mucho menos con una sirena.

Laura empezó a sentir que la sirena estaba cargando con demasiada responsabilidad, y pidió ayuda a un consejero de familias reales, muy entendido en cuestiones de palacio y mucho más aún de princesas exigentes. Sandy se alegró al ver que la princesa estaba siendo ayudada por gente que comprendía mucho mejor que ella el problema de Laura.

Algo después, la princesa fue a palacio y contó a los reyes lo que le estaba ocurriendo. El rey no lo entendió, a la princesa le pareció que su padre nunca imaginó que ella hiciera esas cosas, le dio la sensación de que su padre pensaba que ese físico y su compostura eran una obligación, no una enfermedad. No vio el problema que su hija le contaba.

Finalmente la princesa volvió a la isla, a la cueva en la que vivía con la sirena y le contó lo que había ocurrido en palacio, aunque después los reyes, sin terminar de creerlo y sin entender lo que podía sentir la princesa, fueron a la isla a buscarla. Contra lo que Laura pensaba, no le hicieron volver a palacio, le dieron tiempo y libertad, porque sabían que con los consejeros y la sirena estaría más feliz.

Dice la leyenda, que la reina también fue a hablar con un consejero entendido en princesas y así puedo entender lo que le ocurría a su hija. Cuando Laura volvió a palacio, la reina habló con ella y la tranquilizó mucho, no le riñó, simplemente le tendió su mano y le dijo... "Las cosas de palacio van despacio..."

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